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dijous, 23 d’octubre del 2008

murmuro
tu mirada en mis sueños
he guardado en mi bolsillo
las sonrisas de tus bostezos
somos lo que hemos dejado de ser

sigo en pie sin
saber la razón sigues
allí estás esperando una
respuesta congelada
de mis labios helados
mi lengua paralizada mis
brazos abrazándome
muchas de nuestras
cosas ya no son

nuestras
ya no son
no son

busco mi tacto en
tus manos no son
no está
busco mis besos en
tus dientes no son
no están
arrastro mis pies en
tu mundo no es
no estoy
no estás y si no eres
yo no soy




tú tampoco
reconócelo

dimecres, 22 d’octubre del 2008



Esta mañana un señor de unos 60 años me estaba contando sus grandes hazañas sentado delante de mi escritorio. Me contaba cómo de joven fue el rey del mundo, cómo se forró, me ha contado cuanto cobraba, cuantas putas querían ser suyas, cuantos naranjos tuvo que apartar de su vista para contruir 300 casas, cuantos millones le robaron. Era una historia fascinante y aunque parecía que miraba fijamente sus ojos mientras me enredaba el bolígrafo en mi pelo, en realidad tenía los ojos puestos en el otro lado de la calle. Mientras él contaba su rapidísima vida, he presenciado cómo a alguien se le terminaba. Ha sido raro. En 15 minutos he visto cómo sacaban a una persona de su casa dentro de una insignificante bolsa, gente llorando, he visto a mucha gente abrazándose, policías, un furgón judicial y algunas miradas neutras perdidas en el aparador de la oficina. He visto decenas de golpecitos de cariño en decenas de brazos. Muchos pañuelos secando las lágrimas y el maquillaje de sólo dos mujeres. Una adolescente que se sentaba dentro de un garaje mientras lloraba, hablaba por teléfono y fumaba.
Ha sido impresionante. He escuchado cómo al señor de unos 60 años la vida le había dado besos y tortas mientras en realidad yo vivía aquél momento de angustia con aquella gente lejana. No sé qué ha pasado. Pero cuando el señor de unos 60 años ha decidido que ya me lo había contado todo y ha cruzado la puerta de la oficina mientras entraba el viento gélido de la calle, ha sido como despedirse de un maldito fantasma.
Qué rarísima es la vida.

divendres, 17 d’octubre del 2008

Fuimos muchas cosas durante mucho tiempo. Y ahora somos nada. Recuerdos en mi mente. Nada. Y qué voy a decir ahora. Una luz en blanco y negro. Y una mañana confusa, nuestra piel sudada. Miradas en un sofá. Y murmullos de una mente enajenada, nada. En un tejado pasamos la mañana. Y la vida entera. Dejamos una parte de nosotras entre muchas partes de muchas otras. Y una mierda, comparado con lo que fuimos. Fuimos un balcón lleno de luces. Y fuimos risa y brisa y brillo y humo y alcohol y juventud y no temíamos que acabara porque nunca acabaría. Me pregunto si es bueno o malo, pero, quiero decir, y, quiero decir, mierda, os echo de menos.

dilluns, 13 d’octubre del 2008




Cosas que no rocanrolean o que deberían dejar de rocanrolear en un futuro inmediato.
1- Rayas horizontales o verticales.
2- Cuadraditos ska fuera de contexto.
3- Estrellitas.
4- Brushes innecesarios.
5- Cinturones de tachuelas.
6- Converse.
7- Collares con motivos épicos.
8- Pañuelos en la cabeza tapando las cejas.
9- Tops.
10 - Camisetas cortas.
11- La palabra FRIKI.
12- Cadenas colgando de alguna parte del cuerpo.
13- Camisetas de monstruos graciosos.
14- Brillantes en los dientes.
15- Victorias.
16- Uñas negras.
(...)

dijous, 9 d’octubre del 2008


Más o menos a las 8 años tuve una pequeña obsesión. Pequeña porque yo era pequeña. Quería salir en todas las fotografías ajenas, quería formar parte del recuerdo de los desconocidos, ser una espontánea detrás de sonrisas y poses forzadas. Una familia sonriendo; detrás una niña con el pelo muy largo mirando hacia la cámara seriamente o con las cejas levantadas, aunque eso no se podía apreciar. Una pareja abrazada: detrás una niña de cara a la cámara mirando hacia un lado, aunque eso dejé de hacerlo cuando comprobé el resultado en una fotografía con una amiga, escuché a mi madre decir, ay qué cara más rara tienes aquí. Me gustaba pensar en mis desconocidos después de cenar en sus casas con sus pijamas, mirando las fotos recién reveladas en algún 2x1, comentando - mira esta niña, no sabe que ha salido en la foto y los imaginaba sonreir y hablar de mi peinado y cosas así. Caminaba por la ciudad con mi madre de la mano. Veía que sacaban una foto. Miraba hacia la cámara con una cara más bien seria. Parando mi paso en seco, a cámara lenta el aire levantaba mi cabello largo, oscuro y liso y mientras abría los ojos un flash me iluminaba la cara. En un segundo los fotografiados debajan de sonreír y mi madre, que miraba algún aparador, me tiraba del brazo para que caminara y otra vez el mundo rodaba, esta vez conmigo con una medio sonrisa. Recuerdo especialmente el día que visité el palacio de Versalles con mis padres, yo estaba a medio metro del suelo observando, como podía por debajo de mi flequillo, la gran cama roja de la reina, fijándome en que cuando miraba las cosas, lo primero que veía era mi nariz y creía que alomejor tenía algún problema. Eso me pasaba también cuando bebía cava en algúna celebración con copa, siempre miraba a mis familiares y metían todo el morro en el vaso y yo pensaba, qué raro. El caso es que medio vizca vi de refilón a dos chinas haciendo fotos. Una de ellas se alejó y se puso delante de la cama de la reina, lugar donde estaba yo, y con algún gesto me dijo que me apartara. Yo crucé los brazos. Levanté la cabeza. La miré desde abajo, imperturbable. Miré hacia la cámara. Me puse seria. Coloqué bien el lazo horrible que llevaba en la cabeza. Esperé a que sacaran la foto. Las dos esperaron. Las tres esperamos. El flash iluminó mi cara y la de la china impaciente y la cama de la reina, las dos se miraron, sonrieron, me señalaron, me dijeron adiós, sonreí y pensé, cuando tengan la fotografía en la mano, habré viajado hasta China.